miércoles, 6 de abril de 2016

¿Cómo es ser joven en Venezuela?


El carácter idealista, soñador y emprendedor incansable que caracteriza a los jóvenes en Venezuela se ha visto envejecido, porque no solo se envejece cuando se arruga la piel sino se cuando arrugan los sueños. ¡Ser joven en Venezuela es todo un reto!
Nicolás Maduro denunció que Venezuela está siendo víctima un “bloqueo financiero internacional”, lo cual no es más que la desconfianza de los demás Estados en invertir o prestarle a Venezuela por su poca credibilidad y el alto nivel de riesgo país que vivimos. Pero Señor Maduro, la palabra bloqueo es lo que se puede aplicar a lo que el gobierno que usted defiende ha aplicado a todos los jóvenes venezolanos por 17 años, aislándonos de nuestras metas de vida, cortando nuestras esperanzas de crecer, deteniéndonos en un Estado inerte de oportunidades, interrumpiendo toda iniciativa innovadora y útil para el país e inmovilizándonos en un letargo dado por las frustraciones de no poder lograr nada de lo que lograba un joven en los años 90s o lo que logran jóvenes de otros países.
Al parecer cualquier vía que tomamos los jóvenes venezolanos que trabajamos diariamente por un mejor país y un mejor futuro, se ve interceptada por el inicuo gobierno bolivariano.
Los jóvenes que deciden estudiar en Venezuela y corren con la bendición de poder estar en una universidad pública, se topan con la situación tan paupérrima que viven las universidades publicas venezolanas, el presupuesto de hambre que les asigna a estas importantes instituciones creadoras de profesionales es solo la clara evidencia de como el socialismo busca unificar un solo pensamiento de miseria, dejando a los demás excluidos y limitados. Se viven paros, falta de profesores, cierre de cátedras, becas insuficientes, inseguridad dentro de las propias aulas de clase y se estudia en una infraestructura que se cae a pedazos. Los que por otro lado van a universidades privadas, costean semestres de matrículas tan elevadas que una familia con el exorbitante sueldo básico del que se vanagloria el presidente, no podría pagar. Todo el que decide estudiar en Venezuela se enfrenta con el elevado costo de libros, cuadernos, copias y demás materiales de estudio, que limita evidentemente investigaciones y el avance de algunos. ¿A dónde se dirige un país donde una bala es mucho más barata y fácil de conseguir que un libro?
Los jóvenes que deciden trabajar, se enfrentan a un campo laboral desigual y limitado, con sueldos insignificantes, sin estímulo para seguir formándose y donde los buenos empleos se limitan a unos que milagrosamente son cercanos a alguien influyente. Los emprendedores que se motivan a crear su propio negocio se enfrentan con grandes impuestos por parte del Estado, una enorme inseguridad jurídica, escasez de cualquier rubro con el que desee trabajar porque hasta el agua es escasa y una voraz inflación que nos hace tener dinero de hielo que se derrite entre los dedos.
Los jóvenes que un día, amanecen con ánimo de reunirse con sus amigos, se enfrenta con el alto costo de la recreación en Venezuela, donde cualquier plan al cine, a una heladería o al teatro te hace despedirte de la mitad de tu sueldo mensual en cuestiones de minutos. A su vez nuestras salidas se han restringido a un horario “seguro” o a pernotar en la casa de un conocido ya que el tácito “toque de queda” generado por la inseguridad reinante en nuestro país nos ha hecho divorciarnos de la vida nocturna para no ser una estadística más de algún robo u homicidio.
Los jóvenes que deciden unir sus vidas y formar una familia, se enfrentan con otro reto, vivimos en un país donde un salario mínimo debería ser ahorrado en pareja por unos 125 años para poder adquirir una vivienda, pagar un alquiler te deja sin comer durante todo el mes y esto con la fortuna de encontrar un alquiler digno, una cesta básica es impagable con un sueldo mínimo y conseguir cualquier producto para el hogar es una odisea donde se pierden horas de cola y tiempo útil de trabajo y de vida.
Los jóvenes que deciden militar políticamente, hacen diariamente una labor de hormiguita por el cambio de Venezuela, pero en ese camino se encuentran con persecuciones, amenazas y amedrentamientos de un régimen que claramente no apuesta a renovar su liderazgo ni mucho menos confía en las nuevas generaciones. La experiencia de Marco Coello y de muchos otros jóvenes que se encuentran detenidos y desaparecidos, es alarmante; pero como no son una figura pública, de ellos no se habla, se les olvido en las tumbas del SEBIN. Muchos dicen que Venezuela necesita jóvenes con guaramo, pero ¿dónde está el país a la hora de defender a sus jóvenes hijos? Bassil da Costa y Robert Redman murieron con la decepcionante respuesta a esta pregunta.
Los jóvenes que deciden seguir formándose en el exterior, se encuentran en una jaula llamada Venezuela, donde la posibilidad de realizar viajes de estudio, trabajo o disfrute es algo que roza lo imposible para un joven promedio. La restricción de divisas trastoca cada aspecto de esa aspiración y los casi 25.000 casos de jóvenes estudiantes varados en el exterior sin divisas que recibió la nueva Comisión de Política Exterior de la Asamblea Nacional reflejan esta terrible realidad.
A todo este drama, agreguemosle las horas de tiempo que se pierden en colas por comida, la desesperación de no encontrar medicamentos para tratar alguna enfermedad, la inseguridad que no nos deja vivir a plenitud, la extrema escasez de métodos anticonceptivos y económicamente vivir en un país donde cobramos un sueldo en bolívares pero todo en el mercado tiene precio de dólar paralelo.
Estos 17 años de “revolución” socialista, nos ha envejecido prematuramente a todos los jóvenes venezolanos, tanto los que estamos aquí como a los que están afuera, nos ha hecho tener miedo en vez de valentía, tristezas en vez de sueños y resignación en vez de ganas. Aun así, somos dignos de admirar porque incluso con todo este dantesco panorama, nos esforzamos por tener una vida normal, seguimos sonriendo, seguimos teniendo esperanza de una Venezuela mejor y nos sostenemos siempre en un inquebrantable optimismo, aunque vivamos bajo un régimen que hace que todos nuestros sueños parezcan imposibles.

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