miércoles, 6 de abril de 2016

Los que nos quedamos


Un día alguien preguntó en un salón lleno de personas de distintas edades ¿Quién tiene un conocido en el exterior?, la respuesta no tuvo sorpresas, todos los presentes levantaron la mano. Acto seguido todos los presentes tenían caras largas, hasta el que hizo la pregunta porque recordó que su hijo estaba afuera también.
Conocer a alguien que se haya ido o esté por irse al exterior es un factor común entre los que aún estamos en suelo venezolano, sabemos las razones de sobra; pero esta diáspora de venezolanos regados en todo el mundo es un fenómeno que no solo afecta nuestras relaciones interpersonales sino que política, económica y socialmente afecta y afectará en el largo plazo a nuestro país.
Entendemos que los que se van no la tienen nada fácil, como leí en una columna de esta página, irse de Venezuela es como ir a un “partido de béisbol Caracas-Magallanes, pero como visitante, porque se tiene todo en contra”, el idioma (de ser el caso), la cultura, la soledad, la nostalgia, las novatadas por no conocer, las direcciones, la documentación, el reto de conseguir empleo, la comida que no sabe a la que preparaban en tu casa, los nuevos amigos que no son tan chéveres como solo los venezolanos sabemos ser y una larga lista de cosas que son duras para todo el que emigra.
Pero ¿Qué sentimos los que nos quedamos?
Primero enfrentamos una perdida, sabemos que esos hijos, hermanos, amigos y parejas no se mueren sino que van a un país en el que con el tiempo estarán mejor y eso nos alienta siempre a desearles lo mejor, pero el día que Maiquetía se pone en medio, se debe aceptar que esa persona que se va, jamás volverá, así regrese algún día. Esa es la verdadera perdida, ya que esa persona se forjará con nuevas experiencias, con nuevas personas, con nuevas costumbres y formará nuevos recuerdos en los que nosotros, aunque queramos, no estaremos.
Gracias a Dios este fenómeno se está dando en esta década y no en los 70s u 80s donde el contacto de un país a otro se restringía a cartas y llamadas. Hoy nos hemos vuelto más tecnológicos y adictos a aplicaciones como Skype o FaceTime, que nos permiten estar en tiempo real (al menos por una video llamada) con las personas que queremos y sentir que esa persona puede estar presente en momentos importantes allí con nosotros, aunque al colgar, nos quedemos de nuevo con esa ausencia.
Día a día la situación del país empeora y por una especie de inercia o letargo emocional, los que la vivimos no nos damos cuenta cuanto ha cambiado el país en un año o en 3 meses. Solo sabemos que cada vez que alguien se va, la realidad nos toca de cerca, recordándonos que esto no es normal; que cada vez nuestro circulo de allegados se vuelve más pequeño y la lista de gente que extrañas se vuelve más larga; que aunque le deseas lo mejor a esa persona, si estuviera en tus manos cambiar el país y pedirle que se quedara, lo harías; sabiendo que en cada avión que sale de Maiquetía se va una parte de nosotros.
Los que nos quedamos, nos toca ser felices al ver felices a quienes queremos, sabiendo que viven en un país seguro, donde pueden lograr sus sueños y seguir creciendo sin perder la esperanza de algún día abrazarnos de nuevo. Al fin y al cabo esa es la única felicidad que el “gobierno revolucionario” no nos puede quitar.
Nos quedamos viviendo la dureza de la crisis con la ausencia de quienes queremos; donde nuestras fuentes de distracción y válvulas de escape se minimizan cada vez más y la salud mental del venezolano que no solo vive la dura situación sino la pérdida constante de allegados, tanto por la inseguridad o por quienes se van al exterior, se ve duramente afectada. El reto de resistencia no solo es para el que se va, a los que nos quedamos nos toca igual o más difícil.
A el gobierno actual tristemente no le importa la cantidad de venezolanos que se van, pero a verdaderos estadistas les alarmaría saber que más de 2 millones de recursos humanos se le han ido, esa cifra es casi la población que tiene Caracas en este 2016 y prácticamente es como un estado venezolano fuera de nuestro territorio.
Sería equivocado hablar del fenómeno migratorio venezolano como una “fuga de cerebros” ya que no todo el que se va tiene títulos universitarios como los de Stephen Hawking, ni todo el que se queda le falta educación; pero es indudable que hoy hablamos de una gran cifra de recurso humano capacitado que está dando frutos afuera, fuerza laboral joven e incluso familias enteras con niños que no han terminado ni la primaria se están yendo.
Las crisis solo son oportunidades de mejorar, esta que vivimos es una de las mejores oportunidades y los que nos quedamos nos queda el reto enorme de  refundar desde las bases a Venezuela, tratar de que este éxodo masivo de venezolanos y la desmotivación de formar una familia alentado por el gobierno no haga sufrir a nuestra población de un problema de longevidad a largo plazo, invirtamos en nuestra educación aunque no haya mucha motivación ya que en poco tiempo con el favor Dios este país necesitará mucha gente capacitada para sacar este país adelante, con la meta de que este fenómeno no se repita y ser un hogar seguro con oportunidades para los que deseen volver.
Les invito tanto a los que se han ido, como a los que nos quedamos, a ver este nuevo video de la banda Desorden Público, con las esperanza de que algún día todos nos queramos quedar…

¿Quién le hace bullying a Venezuela?


Días fuertes se nos avecinan y es que sí, las cosas van a mejorar pero antes de que eso pase se van a poner mucho peores de lo que ya vivimos.
El atroz desajuste en la balanza de pagos de Venezuela mencionado en repetidas ocasiones por múltiples economistas debe encender las alarmas de lo que viene, como muchos otros acontecimientos como el preocupante nivel del embalse de El Guri, la inseguridad dantesca que ya no tiene límites en su maldad, una alarmante crisis humanitaria, la desfachatez del gobierno de negar todo lo que pasa en el país, una devaluación anunciada como solución, el deterioro de la salud mental del venezolano y pare usted de contar. Y sí, todo esto está pasando al mismo tiempo en un solo país.
Días atrás, nuestra cara en el exterior Delcy Rodríguez, ante nada más y nada menos que la ONU, órgano donde cada delegación estadal envía a sus más preparados y virtuosos profesionales en materia internacional, declaró que Venezuela sufre de “Bullying Internacional” con el objetivo de “estrangular la economía venezolana y someter a la ciudadanía en general”. No me imagino la pena y vergüenza de diplomáticos de carrera escuchando semejante disparate e infantil argumento. Una carrera de derecho y una especialización en Derecho Laboral, no cumplirían ni con una cuarta parte de los requisitos que en otros Estados se necesitan para ejercer un cargo tan preponderante como este, pero en nuestro país es más importante pertenecer a un partido o ser familiar de alguien “enchufado” y listo, así eres Canciller de Venezuela y nos ridiculizas en el foro internacional más importante.
Pero, según nuestra Canciller ¿Quién le está haciendo bullying a Venezuela? Pues obviamente, la derecha internacional. O cuando usted ha escuchado algún reconocimiento de culpa por algo que esté ocurriendo en el país que ellos llevan gobernando absolutamente hace 17 años?
El gobierno tiene una licenciatura en descaro y un doctorado en dar respuestas fáciles a problemas complejos, si tenemos escasez es culpa de los bachaqueros y el acaparamiento, la inflación es culpa de la página web de Dólar Today, si se va la luz es culpa de la iguana y los rabipelaos, la delincuencia es solo una sensación que tenemos y hasta las masacres como las de Tumeremo son simplemente “un intento de opacar el legado del comandante Chávez”
Legado, definido como “cosa material o inmaterial que se deja en testamento o se transmite de padres a hijos, de generación en generación”, es algo que indudablemente nos dejó el difunto ex presidente, pero solo en las películas y las novelas las herencias son sumas millonarias de dinero o propiedades, en la vida real suelen ser más negativas como enfermedades, deudas y disputas. La herencia del ex presidente Chávez, fue el caso de esas herencias indeseables, que todos los venezolanos adquirimos y sin derecho a protestar.
Pero a quien le toco la peor parte por ser el hijo mayor, sin duda fue a Nicolás Maduro. Ser el presidente con la más baja popularidad de la historia venezolana no es nada fácil ni ahora, ni en los difíciles días que vienen, ni en el futuro cuando su nombre se encuentre en los libros de Historia Contemporánea de Venezuela en la misma oración que fracaso, crisis, impopularidad, corrupción y un largo etcétera de adjetivos negativos.
Maduro hoy transita en un desierto sin luz ni agua, acompañado de gente igual o más incapacitada que él y donde efectivamente alguien le está haciendo “bullying” a él y al país entero, pero esta vez no es ningún ser vivo a quien atribuirle la culpa sino que es el mismísimo comandante Chávez.
El comandante no solo puso a Maduro en donde está, sino que le minó este desierto árido y oscuro de bombas, las activo y se fue ¡Que suertudo! Las malas políticas en materia económica, judicial, eléctrica, sistema cambiario, importaciones y corrupción son solo bombas de tiempo que han explotado y le seguirán explotando a este gobierno.
Lo que vivimos no es más que el resultado de 17 años de mal gobierno iniciados en 1999, es impensable que después de la mayor renta petrolera (sin contar otros recursos que antes nos ingresaban) que podría ascender a unos 900.000 millones de dólares, este modelo termine con el triple de pobreza que en el año 1999 cuando llego al poder. Y no, no se crean el cuento que la baja de los precios del petróleo causaron esta crisis; el no saber ahorrar, invertir y tener un modelo petropopulista si lo son.
Para el pesar de Venezuela, en lugar de jugar al dialogo y la inclusión de todas las fuerzas políticas para generar soluciones y tratar de pasar a la historia como el gobierno que reconoció sus fallas y se esforzó en buscar soluciones; el gobierno juega cada vez más a la confrontación, la pugna de poderes, el cinismo y blindarse de militares para atrincherarse en el poder, colocar a militares en todos los “motores productivos” del país es solo una clara señal de eso y un anuncio de que las cosas seguirán estando mal con su gobierno, recordemos que la Fuerza Armada Nacional es el único componente que no rinde cuentas a la Asamblea Nacional, por eso que mejor idea que ponerlos al frente de todos los descabellados fraudes que vienen.
Todos los venezolanos seguiremos viviendo el legado réprobo de Chávez, incluyendo a Maduro, quien no cuenta con la fortaleza ni la popularidad de su antecesor, pero a quien esperamos le caigan todas las consecuencias de un malintencionado modelo y al menos nos deje las cenizas para poder iniciar un proceso de reconstrucción republicana, moral y económica.

¿Cómo es ser joven en Venezuela?


El carácter idealista, soñador y emprendedor incansable que caracteriza a los jóvenes en Venezuela se ha visto envejecido, porque no solo se envejece cuando se arruga la piel sino se cuando arrugan los sueños. ¡Ser joven en Venezuela es todo un reto!
Nicolás Maduro denunció que Venezuela está siendo víctima un “bloqueo financiero internacional”, lo cual no es más que la desconfianza de los demás Estados en invertir o prestarle a Venezuela por su poca credibilidad y el alto nivel de riesgo país que vivimos. Pero Señor Maduro, la palabra bloqueo es lo que se puede aplicar a lo que el gobierno que usted defiende ha aplicado a todos los jóvenes venezolanos por 17 años, aislándonos de nuestras metas de vida, cortando nuestras esperanzas de crecer, deteniéndonos en un Estado inerte de oportunidades, interrumpiendo toda iniciativa innovadora y útil para el país e inmovilizándonos en un letargo dado por las frustraciones de no poder lograr nada de lo que lograba un joven en los años 90s o lo que logran jóvenes de otros países.
Al parecer cualquier vía que tomamos los jóvenes venezolanos que trabajamos diariamente por un mejor país y un mejor futuro, se ve interceptada por el inicuo gobierno bolivariano.
Los jóvenes que deciden estudiar en Venezuela y corren con la bendición de poder estar en una universidad pública, se topan con la situación tan paupérrima que viven las universidades publicas venezolanas, el presupuesto de hambre que les asigna a estas importantes instituciones creadoras de profesionales es solo la clara evidencia de como el socialismo busca unificar un solo pensamiento de miseria, dejando a los demás excluidos y limitados. Se viven paros, falta de profesores, cierre de cátedras, becas insuficientes, inseguridad dentro de las propias aulas de clase y se estudia en una infraestructura que se cae a pedazos. Los que por otro lado van a universidades privadas, costean semestres de matrículas tan elevadas que una familia con el exorbitante sueldo básico del que se vanagloria el presidente, no podría pagar. Todo el que decide estudiar en Venezuela se enfrenta con el elevado costo de libros, cuadernos, copias y demás materiales de estudio, que limita evidentemente investigaciones y el avance de algunos. ¿A dónde se dirige un país donde una bala es mucho más barata y fácil de conseguir que un libro?
Los jóvenes que deciden trabajar, se enfrentan a un campo laboral desigual y limitado, con sueldos insignificantes, sin estímulo para seguir formándose y donde los buenos empleos se limitan a unos que milagrosamente son cercanos a alguien influyente. Los emprendedores que se motivan a crear su propio negocio se enfrentan con grandes impuestos por parte del Estado, una enorme inseguridad jurídica, escasez de cualquier rubro con el que desee trabajar porque hasta el agua es escasa y una voraz inflación que nos hace tener dinero de hielo que se derrite entre los dedos.
Los jóvenes que un día, amanecen con ánimo de reunirse con sus amigos, se enfrenta con el alto costo de la recreación en Venezuela, donde cualquier plan al cine, a una heladería o al teatro te hace despedirte de la mitad de tu sueldo mensual en cuestiones de minutos. A su vez nuestras salidas se han restringido a un horario “seguro” o a pernotar en la casa de un conocido ya que el tácito “toque de queda” generado por la inseguridad reinante en nuestro país nos ha hecho divorciarnos de la vida nocturna para no ser una estadística más de algún robo u homicidio.
Los jóvenes que deciden unir sus vidas y formar una familia, se enfrentan con otro reto, vivimos en un país donde un salario mínimo debería ser ahorrado en pareja por unos 125 años para poder adquirir una vivienda, pagar un alquiler te deja sin comer durante todo el mes y esto con la fortuna de encontrar un alquiler digno, una cesta básica es impagable con un sueldo mínimo y conseguir cualquier producto para el hogar es una odisea donde se pierden horas de cola y tiempo útil de trabajo y de vida.
Los jóvenes que deciden militar políticamente, hacen diariamente una labor de hormiguita por el cambio de Venezuela, pero en ese camino se encuentran con persecuciones, amenazas y amedrentamientos de un régimen que claramente no apuesta a renovar su liderazgo ni mucho menos confía en las nuevas generaciones. La experiencia de Marco Coello y de muchos otros jóvenes que se encuentran detenidos y desaparecidos, es alarmante; pero como no son una figura pública, de ellos no se habla, se les olvido en las tumbas del SEBIN. Muchos dicen que Venezuela necesita jóvenes con guaramo, pero ¿dónde está el país a la hora de defender a sus jóvenes hijos? Bassil da Costa y Robert Redman murieron con la decepcionante respuesta a esta pregunta.
Los jóvenes que deciden seguir formándose en el exterior, se encuentran en una jaula llamada Venezuela, donde la posibilidad de realizar viajes de estudio, trabajo o disfrute es algo que roza lo imposible para un joven promedio. La restricción de divisas trastoca cada aspecto de esa aspiración y los casi 25.000 casos de jóvenes estudiantes varados en el exterior sin divisas que recibió la nueva Comisión de Política Exterior de la Asamblea Nacional reflejan esta terrible realidad.
A todo este drama, agreguemosle las horas de tiempo que se pierden en colas por comida, la desesperación de no encontrar medicamentos para tratar alguna enfermedad, la inseguridad que no nos deja vivir a plenitud, la extrema escasez de métodos anticonceptivos y económicamente vivir en un país donde cobramos un sueldo en bolívares pero todo en el mercado tiene precio de dólar paralelo.
Estos 17 años de “revolución” socialista, nos ha envejecido prematuramente a todos los jóvenes venezolanos, tanto los que estamos aquí como a los que están afuera, nos ha hecho tener miedo en vez de valentía, tristezas en vez de sueños y resignación en vez de ganas. Aun así, somos dignos de admirar porque incluso con todo este dantesco panorama, nos esforzamos por tener una vida normal, seguimos sonriendo, seguimos teniendo esperanza de una Venezuela mejor y nos sostenemos siempre en un inquebrantable optimismo, aunque vivamos bajo un régimen que hace que todos nuestros sueños parezcan imposibles.